La curación no puede encontrarse sino en el interior de uno mismo y la medicina es una de las llaves para abrir las puertas de acceso a esa consciencia más profunda. La enfermedad aparece como una barrera necesaria sin la cual la persona permanece siempre en el mismo nivel de ser; a través de su comprensión, el individuo puede superar esta barrera, generar el cambio necesario y trascender del estado de enfermedad a un estado de salud, entendiéndose por ésto un estado de totalidad y armonía.
Curar es la re-unión del Yo con el Todo. La falsa identificación es la peor ignorancia. La identificación con el Ego y su fragmentada realidad es lo que produce todo lo que llamamos "males". El conocimiento directo y personal del Espíritu es lo que produce el bien-estar. Los "males" o "daños" se alojan finalmente en el cuerpo (tras haberse originado en los campos más sutiles del pensamiento o la emoción) generando la enfermedad y la discordia.
Si permitiéramos a nuestro cuerpo sencillamente ser, éste sería capaz de curar casi cualquier cosa. Pero la enfermedad viene siempre acompañada de identificación emocional y cadenas de pensamientos negativos que influyen considerablemente en el proceso de curación. De allí que resulte tan útil el estudio y la armonización de los centros físico, emocional e intelectual para que colaboren sanando los diversos aspectos de la herida.
Curar no es la desaparición de un síntoma. Es comprender el "daño", dejarlo ir a través del perdón y el amor incondicional y finalmente "sellar" la herida y ofrendar el tiempo necesario para su cicatrización.
Todos los chamanes y sanadores de todas las épocas lo han repetido hasta el hartazgo: no es uno el que cura sino el Poder que pasa a través de uno. Si uno puede acceder al Silencio, al Aquí y Ahora donde mora el poder del Espíritu, puede permitir el paso de energías más elevadas para que actúen en este mundo terrenal. La manifestación de leyes de otro mundo en el nuestro se denomina a veces Milagro.
Curar es la re-unión del Yo con el Todo. La falsa identificación es la peor ignorancia. La identificación con el Ego y su fragmentada realidad es lo que produce todo lo que llamamos "males". El conocimiento directo y personal del Espíritu es lo que produce el bien-estar. Los "males" o "daños" se alojan finalmente en el cuerpo (tras haberse originado en los campos más sutiles del pensamiento o la emoción) generando la enfermedad y la discordia.
Si permitiéramos a nuestro cuerpo sencillamente ser, éste sería capaz de curar casi cualquier cosa. Pero la enfermedad viene siempre acompañada de identificación emocional y cadenas de pensamientos negativos que influyen considerablemente en el proceso de curación. De allí que resulte tan útil el estudio y la armonización de los centros físico, emocional e intelectual para que colaboren sanando los diversos aspectos de la herida.
Curar no es la desaparición de un síntoma. Es comprender el "daño", dejarlo ir a través del perdón y el amor incondicional y finalmente "sellar" la herida y ofrendar el tiempo necesario para su cicatrización.
Todos los chamanes y sanadores de todas las épocas lo han repetido hasta el hartazgo: no es uno el que cura sino el Poder que pasa a través de uno. Si uno puede acceder al Silencio, al Aquí y Ahora donde mora el poder del Espíritu, puede permitir el paso de energías más elevadas para que actúen en este mundo terrenal. La manifestación de leyes de otro mundo en el nuestro se denomina a veces Milagro.
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