El Silencio de Palabra no significa permanecer todo el tiempo callado, sino más bien otorgarle al don del habla un nuevo significado. Aprender a callar y aprender a escuchar nos provee la oportunidad de intervenir en forma correcta nuestra mecanicidad en general. Para realizar este ejercicio se requiere no solo de una gran fuerza de voluntad sino también de una observación constante y metódica de uno mismo, lo que conlleva un trabajo consciente con la atención dirigida.
Durante casi todo el tiempo estamos identificados con algunas de las falsas capas que recubren nuestra esencia e intentamos expresarlas sobre todo a través de la charla mecánica. La importancia que nos damos a nosotros mismos y el deseo de mantener la propia imagen con el fin de agradar a todos nos quita una enorme cantidad de energía.
Estar callado no significa permanecer en un rincón de la oscuridad con la boca cerrada, significa que ya no envenenamos el medio ambiente y nuestras relaciones con las pomposas o victimizadas frases de nuestro ego y así tal vez, aprendemos a entrar y permanecer en el Silencio. Estar en el Silencio implica necesariamente entrar en comunión con la maravillosa e inacabable fuente de poder del Aquí y Ahora. Y es ahí donde nos damos cuenta que no hay nada que adquirir. Nos damos cuenta que toda la sabiduría, la paz, la quietud, el amor y la libertad que buscamos o esperamos nos venga de afuera, está realmente adentro nuestro y es solo que no la dejamos salir, pues la enorme cantidad de pieles que hemos construido en torno de nuestro ser nos impide ver esta realidad.
Al alcanzar este estado, una gran humildad nos impregna pues vemos que no somos nada. Y curiosamente es allí donde realmente somos. Solamente ser, permitirse ser lo que uno en verdad es, es decir, parte del Espíritu, nos capacita a recibir (de nuestro interior) una magnífica cantidad de conocimiento, de consciencia, de luz.
Nunca es otro el que cura. El poder que pasa a través de ese otro cuando éste entró en el Silencio, es lo que realmente permite la curación.
" El dolor es inevitable, el sufrimiento una elección ", Buda
Aquí y Ahora, El Presente y La Presencia
Sin la observación y el estudio de uno mismo no puede existir la posibilidad de evolución o desarrollo personal. Es una ilusión inútil creer en la evolución mecánica. Todo requiere esfuerzo, pero no un esfuerzo cualquiera. Se debe comprender en qué dirección y en qué momento realizar el esfuerzo y ésto no es posible a no ser que uno se observe a sí mismo y establezca cuál es su posición respecto del universo y del hombre tal como es actualmente y tal como podría llegar a ser. Esto incluye la comprensión de los prinicipales obstáculos que le impiden a uno llegar a manifestar con total plenitud sus cualidades más elevadas.
A través de ciertos ejercicios específicos junto a la observación de sí, comienza a manifestarse la Consciencia Testigo y uno se da cuenta, si se observó con sinceridad, que casí nunca está presente en el Presente. Estar en el Presente no implica solamente vivir el Hoy, como algunos dicen, sino habitar con cierta presencia cada segundo del Aquí y el Ahora. Esto requiere un control de la Atención. Sin Atención nada es posible. Sin embargo tenemos muy poca, y la poca que tenemos la malgastamos identificàndonos ya sea con los pensamientos, sentimientos o con cualquier otra cosa.
Volver una y otra vez al Aquí y al Ahora demanda sencillamente darse cuenta que nos dormimos y nos fuimos a la luna en imaginaciones, recuerdos, fantasías, pavadas. Nuestro cuerpo es quien sufre las consecuencias del embravecido océano de la mente. Debemos arrojar el ancla de la meditación y la presencia para poder así acercarnos a los muelles del presente y desembarcar en la tierra prometida.
La abrumadora felicidad de la tierra del presente disuelve toda discordia, sin embargo, no se llega allí de casualidad sino a través de esfuerzos conscientes en una dirección determinada. El Presente y la Presencia de uno en él, quitan las sábanas de todos los fantasmas. Se abre entonces otro mundo, basado en emociones puras y sin miedo alguno, ya que éste deja de existir al contemplar la rebosante bienaventuranza que impregna y cohesiona cada intersticio de este insondable universo.
A veces nuestra mente nos hace creer que estamos realizando un gran sacrificio. Sin embargo, paradójicamente, todo lo que uno debe sacrificar para acercarse al umbral que divide la vida mecánica de la vida consciente, es irreal. Sólo es lastre que hemos adquirido a través de nuestra historia personal, piedras que consideramos reales debido a la identificación y cuyo peso convierte nuestro andar en un calvario.
Durante casi todo el tiempo estamos identificados con algunas de las falsas capas que recubren nuestra esencia e intentamos expresarlas sobre todo a través de la charla mecánica. La importancia que nos damos a nosotros mismos y el deseo de mantener la propia imagen con el fin de agradar a todos nos quita una enorme cantidad de energía.
Estar callado no significa permanecer en un rincón de la oscuridad con la boca cerrada, significa que ya no envenenamos el medio ambiente y nuestras relaciones con las pomposas o victimizadas frases de nuestro ego y así tal vez, aprendemos a entrar y permanecer en el Silencio. Estar en el Silencio implica necesariamente entrar en comunión con la maravillosa e inacabable fuente de poder del Aquí y Ahora. Y es ahí donde nos damos cuenta que no hay nada que adquirir. Nos damos cuenta que toda la sabiduría, la paz, la quietud, el amor y la libertad que buscamos o esperamos nos venga de afuera, está realmente adentro nuestro y es solo que no la dejamos salir, pues la enorme cantidad de pieles que hemos construido en torno de nuestro ser nos impide ver esta realidad.
Al alcanzar este estado, una gran humildad nos impregna pues vemos que no somos nada. Y curiosamente es allí donde realmente somos. Solamente ser, permitirse ser lo que uno en verdad es, es decir, parte del Espíritu, nos capacita a recibir (de nuestro interior) una magnífica cantidad de conocimiento, de consciencia, de luz.
Nunca es otro el que cura. El poder que pasa a través de ese otro cuando éste entró en el Silencio, es lo que realmente permite la curación.
" El dolor es inevitable, el sufrimiento una elección ", Buda
Aquí y Ahora, El Presente y La Presencia
Sin la observación y el estudio de uno mismo no puede existir la posibilidad de evolución o desarrollo personal. Es una ilusión inútil creer en la evolución mecánica. Todo requiere esfuerzo, pero no un esfuerzo cualquiera. Se debe comprender en qué dirección y en qué momento realizar el esfuerzo y ésto no es posible a no ser que uno se observe a sí mismo y establezca cuál es su posición respecto del universo y del hombre tal como es actualmente y tal como podría llegar a ser. Esto incluye la comprensión de los prinicipales obstáculos que le impiden a uno llegar a manifestar con total plenitud sus cualidades más elevadas.
A través de ciertos ejercicios específicos junto a la observación de sí, comienza a manifestarse la Consciencia Testigo y uno se da cuenta, si se observó con sinceridad, que casí nunca está presente en el Presente. Estar en el Presente no implica solamente vivir el Hoy, como algunos dicen, sino habitar con cierta presencia cada segundo del Aquí y el Ahora. Esto requiere un control de la Atención. Sin Atención nada es posible. Sin embargo tenemos muy poca, y la poca que tenemos la malgastamos identificàndonos ya sea con los pensamientos, sentimientos o con cualquier otra cosa.
Volver una y otra vez al Aquí y al Ahora demanda sencillamente darse cuenta que nos dormimos y nos fuimos a la luna en imaginaciones, recuerdos, fantasías, pavadas. Nuestro cuerpo es quien sufre las consecuencias del embravecido océano de la mente. Debemos arrojar el ancla de la meditación y la presencia para poder así acercarnos a los muelles del presente y desembarcar en la tierra prometida.
La abrumadora felicidad de la tierra del presente disuelve toda discordia, sin embargo, no se llega allí de casualidad sino a través de esfuerzos conscientes en una dirección determinada. El Presente y la Presencia de uno en él, quitan las sábanas de todos los fantasmas. Se abre entonces otro mundo, basado en emociones puras y sin miedo alguno, ya que éste deja de existir al contemplar la rebosante bienaventuranza que impregna y cohesiona cada intersticio de este insondable universo.
A veces nuestra mente nos hace creer que estamos realizando un gran sacrificio. Sin embargo, paradójicamente, todo lo que uno debe sacrificar para acercarse al umbral que divide la vida mecánica de la vida consciente, es irreal. Sólo es lastre que hemos adquirido a través de nuestra historia personal, piedras que consideramos reales debido a la identificación y cuyo peso convierte nuestro andar en un calvario.
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